domingo, 19 de junio de 2016

En busca de descanso

He andado por muchos caminos,
he recorrido pueblos perdidos
tras sendas polvorientas.
He visto muchos amaneceres extraños,
donde nadie me era cercano.
He estado allí donde me han llevado mis pasos,
siempre sin compañía, extrañado y extraño
en medio de plazas sombrías
y perdido en un mar de miradas sin dueño.
He visto cientos de palomas picoteando furiosas
y he huido de allí aterrado.
He visitado pequeños cuartos de hotel,
todos iguales, todos ajenos y fríos
como témpanos imperfectos y vulgares.
Y no he encontrado la paz ni el reposo,
todos eran cuevas vacías y silencios roncos.
Y es que ya lo sabes, me conoces demasiado.
Solo encuentro reposo estando a tu lado,
cuando dejo de ser yo solo y me acogen otras manos.
Entonces soy otro, quizá el mismo, pero con otros ojos.
Entonces llega el sueño, el reposo y mi descanso.

viernes, 17 de junio de 2016

Vacío negro

No hay palabras ya. Todas se han vuelto negras,
inútiles, hirientes y con un filo de muerte.
No hay palabras ahora, solamente dolor.
Dolor como una verdad absoluta.
Dolor de un vacío negro, de la soledad y del tiempo muerto.
Mis manos están vacías, el dolor negro.
Silencio. Todo se ha vuelto frágil esta tarde.
Como si un cristal se quebrara en la noche infinita
y quedara todo en suspenso, frágil y roto sin remedio.
Ya se me ha deshecho el sueño, los sueños,
entre silencios y velos negros, de hielo y de fuego.
En un solo segundo te has marchado
y eras de pronto un minúsculo átomo lejano,
inalcanzable, gritando desde otra realidad,
en un mundo donde ni mi dolor tiene ya cabida.
No espero nada ahora, ya no. Solo la nada,
que irá creciendo como una planta hambrienta
de silencios, de noche y de lamentos.
Ahí irán a parar mis palabras, diminutas,
en oraciones secas, sarcófagos húmedos 
con el aire mustio, sin color ni aroma, seco.

martes, 14 de junio de 2016

La sombra

Giran las horas silenciosas hasta refugiarse en la noche.
Tus últimas palabras penden del firmamento como las estrellas
y como ellas brillan parpadeando, sin extinguirse del todo,
hermosas pero frías, cautivadoras y cautivas.
Dejan tras de sí su huella leve, como de perfume que aún no muere
y cierro los ojos, al igual que cuando te robo un beso fugaz.
Estás ausente y sin embargo todo me habla de ti,
en cada instante, en cada paso y en cada lamento.
Presiento que esa será mi compañía desde ahora,
una presencia como de sombra, silenciosa e inalcanzable,
terriblemente constante y lejana, como un fantasma de mi infancia.

lunes, 13 de junio de 2016

Distancia infinita

Como una carretera infinita, en medio de un desierto blanco,
así siento a veces la distancia que se extiende entre nosotros,
cuando me hablas de ese viaje que necesitas emprender
y tus manos se quedan frías, inmóviles, como dos mariposas muertas.
Recuerdo entonces su aleteo febril entre las mías, 
prisioneras efímeras en tus lazos ardientes.
Y mi silencio crece como la oscuridad en un pozo
y el eco azul repite constante mis últimos lamentos
que llegarán a ti repetidos y torpes para morir de pronto
como quién despierta de golpe de un sueño sombrío.
Y a pesar de todo, me aferro a cada pequeño momento
en que me amaste, furiosa y terca como el hambre.
Y no había sed que no pudieras saciar, de repente libre,
saltando a la nada inocente y alegre, pura al fin,
con las mañanas blancas en tu mirada
y el rocío alegre y nuevo salpicando tu frente.
Así quisiera verte ahora, detenida la espera, eterna,
así quisiera amarte al fin, en un instante fugaz… y siempre y siempre.

domingo, 12 de junio de 2016

Dos horas

Caen los velos negros sobre las casas,
el mundo entero es pequeño y torpe
y escapas, escapas hacia ningún lugar.
No me queda ya esperanza.
Giras los brazos en una despedida constante,
la mirada brillando, inundada de un llanto
que no parece tener fin jamás.
Hablas de victorias imposibles
y cuentas los años como si fueran siglos.
Y yo te escucho en silencio,
como si rezara a un dios en quién no creo.
Y siento que todo en mi se desmorona.
Estás distante como un planeta remoto
y no te llegan mis lamentos,
aplacados por el inmenso vacío
que ha crecido como la niebla sobre el río,
blanco como una nube solitaria, 
frío como un témpano de hielo.
Aletea en tu mirada un cristal pasajero,
una esperanza, tal vez un segundo duradero.
Busco en mis bolsillos algo que ofrecerte,
un amuleto, quizá el secreto de la eternidad.
No tengo tiempo, no lo tenemos.
Dos horas para despedirte
me parece muy poco tiempo.

sábado, 11 de junio de 2016

Inmortales

Pueden pasar los años, 
como perezosos caminantes en fila,
repetidos como un sonido hueco en un pozo,
lúgubres peregrinos hacia su meta.
Lo que no ha perecido es nuestro amor,
adormecido en una tarde de estío, 
tierno como el deseo de un niño.
Pudo separarnos la vida,
enredando con sus despiadados dedos,
confundiendo el norte y el sur,
los caminos y los senderos.
Lo que no puedo es olvidarte,
ni sin querer ni queriéndolo.
Pudimos juntar nuestro destino
con el primer desconocido
que nos enredaba los pasos,
pequeños cristales brillantes
tintineando sin descanso,
y dejarnos llevar a una vida tranquila,
y hasta triste, ¡insensatos!,
sin ser conscientes del daño.
Pero no podremos reprimir las risas
cuando estemos mano con mano,
regresando juntos por nuestro viejo camino
de lunas de plata, bordeando lagos.
Podemos olvidarnos del mundo,
ser viejos inclinados por el dolor infinito
y tener la mirada de cristal opaco  
y perdernos en mil recuerdos sin dueño,
vencidos y asustados.
Pero jamás seremos dóciles ni mansos,
jamás perderemos el relámpago,
el corazón galopando,
la música en el alma
y la necesidad de amarnos.

viernes, 10 de junio de 2016

En casa

He vuelto a casa. 
Cansado de deambular sin meta.
Cansado de mis pasos agrietados,
de las rodillas doloridas 
y de ese frío húmedo en mi espalda,
que no me dejaba respirar.
No he sido consciente,
pero ahora lo veo claro:
estoy en casa, he regresado.
Me lo dice esta brisa nueva,
cargada de sal y de aire.
Me lo dicen esas manos
que amasan el tiempo 
en un ovillo perfecto y cálido.
Me lo cantan las risas,
que brotan en la oscuridad
como el tañer de las campanas,
revoloteando entre las sombras
como mariposas ingrávidas.
Me lo dice este silencio
que me duerme sin prisa,
saboreando los segundos de paz
que ya no terminan.
Me lo dicen esos besos,
ebrios e inquietos,
como estallidos cálidos
de vida y de sangre,
repletos de color y de acero.
Nada me reclama ya
más allá de este momento.
He regresado a mi casa.
Dejo los zapatos en la entrada
y me acuesto al fin en mi lecho.

jueves, 9 de junio de 2016

Un lugar donde descansar

En nuestras manos encerramos el tiempo,
atrapando los minutos para convertirlos en eternos.
No existía ya nada más que nuestras miradas,
como faros solitarios en medio de un naufragio.
Te aferrabas a mis brazos hasta convertirlos en anclas
mientras el mundo entero desaparecía en tu mirada.
Solamente existías tú, entonces, para siempre,
como la única certidumbre incuestionable.
Y caían los segundos en mi espalda
al compás de unos besos infinitos
que llovían como rocío sobre mi alma.
Has puesto en pie una casa entera para acogerme,
cálida y nuestra, inventada para nosotros de la nada.
Ahí deseo olvidarlo todo, perdonarlo todo
y dormirme, la noche envolviéndonos,
con la dulzura de tu mirada como único consuelo.

miércoles, 8 de junio de 2016

Tu miedo

Siento tu miedo en mi espalda
como una carga que me dobla,
repentino viento del norte
que espanta el calor y apaga las llamas.
Vienes de pronto hasta mi casa,
llena de risas y cantos,
huyen entonces las sombras
que han construido esta casa
durante siglos, silenciosas,
en el medio de mi alma.
Y también te escapas,
atemorizada como una golondrina,
sin previo aviso, temblando,
dejándome el olor a muerte
entre mis sábanas blancas.
Yo te amé antaño, inconsciente,
como se ama todo cuanto es bello,
con la urgencia de un presente eterno.
Déjame ahora volver al pueblo de nuevo.
Llevo un ramo de flores rojas,
sedientas y furiosas como mis besos.
Anudaremos los recuerdos en un hermoso racimo
que decorará las noches del verano
mientras escuchas el mar, lejano,
cantando canciones imaginarias
de amores cercanos.
Revoloteas extrañada y esquiva,
mi mariposa fugaz y herida.
Quisiera juntar mis manos con las tuyas,
cerrar los brazos y cobijarte.
Pero no puedo, no puedo.
Te vas como la noche,
en silencio y temblando,
perseguida por miles de sombras
que te arrastran a una soledad sin remedio.

Despedida

Puede que no tenga razón,
quizá me esté equivocando,
pero presiento que todos mis pasos
están marcados por un destino trágico.
Parece como si nunca pudiera alcanzar la meta,
como si estuviera condenado a vagar, solitario,
perdido el hogar, el sentido y el rumbo.
Una loca aguja girando al viento,
un ratón ciego en un laberinto absurdo.
Toda esperanza se me tiñe de negro
sin quererlo, pero también sin remedio.
Todo cuanto hago está mal.
Quizá, sin proponérmelo,
siembro de pétalos negros el camino.
No lo sé, ya nada me parece verdadero,
nada de cuanto pienso ni en cuanto creo.
Es como si mis pensamientos,
en cuanto volaran libres, perdieran su sendero.
Y no quiero resignarme, renunciar y quebrarme,
con cierta estúpida tozudez me defiendo,
dando mandobles con una espada de aire,
quebrando el silencio asesino
como quien desafía a la nada.
Sin embargo, conozco el camino.
Conozco la fatiga y la carga,
la espera inútil y fría,
puerta gris de toda despedida.
Soy yo, en esencia, el adiós certero,
la despedida constante,
la puerta que se cierra y el eco.

martes, 7 de junio de 2016

En penumbra

La luz de la vela parpadea un segundo
movida por dedos invisibles
y las sombras dibujan diminutos fantasmas
sobre las paredes blancas.
Dejo crecer las tinieblas,
que van invadiendo mi cuarto
como una nube de cuervos
aleteando contra las paredes.
Todo se va volviendo impreciso,
difuminándose en un vacío oscuro y triste.
Fuera, se ha apagado el sol
y el cielo me parece una pesada capa,
como de acero, que fuera a aplastarlo todo.
Temo cerrar los ojos conociendo el paisaje.
Soy un vigilante taciturno y sordo.
Y la llama centellea un segundo más,
lanzando luciérnagas blancas como puntas de estrella
que mueren de repente con una soledad inmensa.
Dos dedos implacables oprimen de pronto la llama
que se me muere con un duelo delgado
que vuela callado alcanzando el firmamento.
Miro al vacío de afuera, y dentro,
y el mundo entero es una sima fría y negra
mientras todo aquí son recuerdos.

El pueblo

Mira este pueblo, acostado al borde de ese mar en calma,
tranquilo y callado como un conjunto de ancianas en un velatorio.
Está en paz, casi dormido en esta tarde fría y clara.
Parece como si la brisa se hubiera congelado
en medio de sus calles,
y ni los pájaros se atrevieran ya con su canto.
Es un pueblo disecado, al borde de un mar blanco.
La iglesia, blanca, solitaria,
vigila la calle terca y vigila las almas.
Las ancianas de luto, los árboles desnudos
y todas las casas, viejas y calladas.
Si la encuentras por la calle, dile que allí fui feliz.
Fue hace mil años, parece que en otra vida, 
tal vez ni estuviera yo allí. 
Sin embargo, lo recuerdo todo,
el parque al caer la tarde,
el camino polvoriento,
la arena infinita y blanca.
Entonces caminaba a mi lado.
Si te tropezaras con ella, recuérdale que allí fui feliz.

domingo, 5 de junio de 2016

Tanta tristeza

No puedo con tanta tristeza.
Una pena inmensa, como una garra negra,
me oprime el alma
y no respiro apenas.
Me pregunto, sin respuesta,
qué será ahora de ti,
perdida sin nombre en la lejanía,
en una distancia incalculable,
en el abandono absoluto
de un silencio que crece
como las telas de araña.
Quisiera poder evocar nuestro último encuentro
sin sentir la mordedura atroz de los cuervos,
voraces devoradores sangrientos.
Así que evito toda luz,
hurgando en la tierra negra
con estas mismas manos
que recorrieron tu cuerpo,
silenciosas y hambrientas
de tu rostro y tus senos.
Se me encoge el alma,
como se me encoge la tarde
languidamente;
y recuerdo otra noche,
bajo una lluvia cálida,
en que me llevaste de la mano
hasta el borde del mar
y tus paraísos lejanos.
Allí fuimos felices,
por un instante tan solo,
por una eternidad efímera y secreta.
Y me bendeciste con tus besos
feroces y sedientos.
Me pregunto que soñarás ahora,
y no encuentro respuesta.
Intento anticipar el luto
y no puedo con tanta tristeza.

Una bonita historia

Nos encontramos por casualidad,
casi sin querer.
Una simple atracción inevitable
y tu curiosidad infinita
ataron lentamente nuestro destino,
y acomodamos nuestros pasos
al caminar conjunto.
Te fui regalando mi alma,
casi sin querer,
con cada paseo juntos,
mientras tu bebías mis palabras
para saciar una sed que desconocías.
Entonces no existía el pasado
y apenas teníamos conciencia del futuro.
Solamente existía tu voz y tu mano,
mi melancolía y mi canto.
Pero no supimos anticipar la ruina,
ninguno vio llegar la hora trágica
que nos cerró los labios
y congeló nuestros corazones.
Dejamos de pensar en el otro
y creímos que el porvenir
nos obligaba a separarnos.
Me alejé en silencio
y no escuché tu último grito de espanto.
Y en un suspiro,
eché tierra sobre nuestro pasado.
Todo fue enterrado sin remedio.
Y tú, también, despistada y torpe,
te perdiste en medio de la gente,
huyendo de todo,
en un camino sin retorno.
Y vivimos de espaldas, encogidos,
con la terquedad de los necios,
sin reconocer el dolor y el fracaso,
sin reconocer los miedos
ni la oscuridad infinita.
La noche nos cubrió
con un manto de mil años.
Hasta que ayer, cariño,
creíste ingenua poder acercarte
libre de recuerdos,
inocente criatura de cuento,
a todo cuánto habías olvidado.
¡Que hermosa equivocación!
Porque nunca cerramos la herida
y el pasado llamó furioso a nuestra puerta,
reclamando su tiempo y su derecho.
Implacable con nuestros pecados.
De nada valió querer evitarlo,
renunciar al recuerdo,
negando un latido que nos llegaba certero.
Porque no hay salida, amiga,
podemos girar la mirada,
cerrar las puertas,
sellar nuestros oídos,
que no podremos detener el viento.
Y por fin, amor sin barreras,
sin complejos.
La vida abriéndose paso
por encima de horarios,
obligaciones y de deseos.
Nada puede contener la marea.
Nunca se es lo bastante fuerte.
Y nadie, nadie es culpable
si acaso nuestro amor, tus recuerdos y mis deseos.
O las ganas de vivir
y de un millón de besos.

sábado, 4 de junio de 2016

El vacío

Vacío.
Aire atravesándolo todo
como un cuchillo.
Eres ligero como un globo
y te agarras a la tierra
sin saber cómo.
Te han robado los días,
todos, todos.
Solo las noches
infinitas
se agolpan como lobos furiosos.
Buscas y tus ojos
no consiguen abrirse paso.
Hambre.
Y nada puede saciarte.
Estás solo,
perdido,
y la piel adelgaza hasta
hacerte trasparente.
Ya no puedes ni gritar,
ni las paredes cansadas
se atreven a devolver
tu dolor.
Infinito.
Todo es infinito
y extenso.
Y te has vuelto diminuto.
Una mota, un punto negro y oscuro.
Corres, sin salir de tu cuarto,
y hasta respirar te agota.
¡Dormir!, ¡morir!
Solamente un segundo,
un instante de paz
y no regresar ya nunca más.

Juntos

Pase lo que pase, quiero recordarlo todo.
Cada día, cada encuentro,
cada minuto de risas,
cada abrazo y cada beso.
Los silencios, incontables,
mientras mi mirada se perdía en tu mirada,
buscando no sé bien qué,
disfrutando de una luz que me hechizaba.
Y tu voz, alegre, cantarina,
vibrando sobre todo, saltando en cada nota,
haciéndose más mía cada día,
hasta convertirse en parte ya de mi mundo;
como tus canciones, como tus sueños,
que desearía hacerlos míos para siempre.
Y a ti también, mía otra vez, como antes,
cuando soñábamos despiertos
y la vida era un regalo
que compartir alegres.
Y uno a uno, los días se construían
mano con mano, juntos,
porque no sabíamos otra manera
de vivir ni de amarnos.

viernes, 3 de junio de 2016

Quédate

Quédate conmigo, por favor, mi amor.
¡No me dejes!
¿Qué puedo decir para convencerte?
¿Qué puedo hacer para conmoverte?
Todo me parece ahora un sueño
extraño y mágico.
Palabra por palabra
no hay mayor belleza en el universo.
Mano con mano, 
toda la dulzura del mundo me atraviesa.
Y aquí me tienes, cariño,
abierto en canal,
herido e indefenso.
No podría afrontar un nuevo invierno,
no sabría ya donde buscar consuelo.
No concibo ya otra casa
que tus brazos
ni nada puede ya calentarme
salvo tu mirada agradecida.
Dejemos que los miedos 
sigan su camino cansado,
de lamentos y susurros,
de mentiras y verdades falseadas.
No hay tiempo ya mi vida,
para nada más que para nosotros.
¿Cómo puedo convencerte?
¿Que necesitas que haga para conmoverte?
Quédate, por favor.
Y esta vez que sea para siempre.
Tengo toda una vida que regalarte,
amor a manos llenas, 
lunas de papel y un millón de estrellas.
He acumulado años de risas
para bañarte en ellas
y he inventado canciones
para susurrarte durante noches enteras.
Soy yo, ¿no me reconoces?
Dame tu mano, amiga, amor,
dejemos atrás la penumbra
de estas tierras secas.
Nos espera una nueva vida
de agua, de cantos y de primavera.

La casa de la playa

Empujas la puerta y me dejas entrar en tu casa.
Una a una, vas abriendo las ventanas y una luz blanca
invade los espacios, como una mano silenciosa
que dibujara muebles pequeños, paredes de colores,
pinturas por todas partes y ríos en las estancias.
Me vas guiando, de una habitación a la siguiente,
y eres feliz, en tu castillo íntimo, en tu palacio;
donde te canta el mar por las noches, 
donde lo olvidas todo, hasta a ti misma,
cuando dejas toda lucha y sueñas,
libre, tranquila, en paz con tu alma.
Subimos escaleras en penumbra,
palpitando detrás de tus pasos,
escuchándote en silencio, hechicera blanca,
tus relatos de luchas y esperanzas,
hasta alcanzar la última estancia, clara, inmensa y cálida.
¡Cómo te envidio entonces!
¡Cómo admiro tu pasión por el mar, 
por la lluvia, por la hierba recién cortada!
Eres entonces la libertad de tu risa, una hoguera,
eres la caricia precisa, y la mirada intensa
como un manto cálido y una promesa.
Y no puedo más que admirarte,
sentir la fortuna de estar a tu lado,
comprobar que todo en torno a ti
es pequeño, perfecto y cálido.
No me dejes, amor, no permitas que me pierda de nuevo.
Solamente junto a ti acabo reconociéndome,
solamente tus palabras pueden dibujarme,
no exactamente, no del todo cierto,
pero infinitamente más lindo y más bueno.

En silencio

Cuéntame una historia,
háblame de campos acostados en tardes cálidas,
de lejanos paraísos inexistentes,
vísteme con el vuelo de pájaros imaginarios
bendecidos por el color y el canto.
Dibújame noches brillantes 
de estrellas como lágrimas de plata,
donde no tenga sueño, ni sed, ni hambre;
y donde pueda abandonarme sin destino
en la cuna de tus brazos.
Navegaremos alegres por un mar verde como tu mirada.
Que las mariposas de tus manos me canten
viejos romances olvidados
y sacie mi sed en tu pozo de cristalinos labios.
Haz que todo en mí sea ya olvido,
conviérteme en un ser sin memoria,
que se me pasen de largo los lutos
como pequeñas despedidas muertas.
Haz de ti mi casa, y cierra puertas y ventanas.
En silencio, amor mío, 
en silencio viviremos todas las mañanas.

jueves, 2 de junio de 2016

De regreso

Hablas de deshacer el tiempo,
de regresar a los años de la inocencia.
Hechizando el presente, disolviendo los años.
Sueñas con borrarlo todo, sin pestañear.
Un resplandor repentino, un trueno,
convirtiendo en polvo los castillos de arena.
Volveríamos entonces a aquella playa inmensa,
que parecía que no alcanzaba al mar;
a los veranos que se detenían de pronto
y parecían dilatarse sin fin, ajenos a cualquier lógica.
Nuestro coche azul, la carretera estrecha,
las cálidas noches serpenteantes,
el paseo sombrío, las risas sordas,
el camino hacia la colina…
todo nacería de nuevo, 
nuevo como lo era entonces
para acogernos con un abrazo sordo.
Tu y yo seríamos otra vez amantes torpes,
soñando de nuevo con las montañas inmensas,
con un futuro infinito y nuestro que atesorar
y la ingenuidad de creernos eternos y poderosos.
Hablas de detener el tiempo
y yo quiero creer que podemos hacerlo.
Es cierto, todo es cierto.
Si cerramos los ojos, Rocío,
juntos los dos, seguro que podremos.

Compañera

¡Qué larga es esta tarde ahora!
Se diría una pradera inabarcable
y yo, en medio, como un náufrago solitario.
Mi soledad es una amante celosa.
Mis años son incontables,
hacia atrás… forman un universo 
que me reclama y aprisiona
con sus guantes de seda y sus encantos.
Recupero una canción,
descargo mis pasos nerviosos,
recuerdo al gato y los ocasos cálidos
y no encuentro sentido a nada, en realidad.
Tan solo un amor lejano,
que llama terco a mi puerta
es ya la sola compañía que necesito.
Las palabras se me escapan,
y los suspiros corriendo tras ellas.
Quisiera no despertarme ya,
dejar que la brisa me duerma
y soñar, otra vez, con las flores amadas,
la rosa y el jazmín.
Los años dorados de la alegría en la mirada.
Compañera, amiga, mi sola amiga,
cuántos años desperdiciados,
nos hemos vuelto viejos,
nos han podido las soledades y los desengaños.
Hasta ahora, hasta este mayo y sus cantos.
Reposa en mi hombro, duérmete en paz,
respira mi aliento y camina por siempre a mi lado. 

Tarde de lluvia

Llueve sobre los campos
mientras mecen las hierbas 
unas manos invisibles
de dedos cálidos.
Escuchamos el ruido de la lluvia
y podemos sentir su aroma,
subiendo desde la tierra húmeda
y trepando hasta nuestras bocas.
Otras manos, más menudas,
juegan alegres con las mías
en un baile silencioso y cálido,
como llamas lamiendo mis manos.
Y de repente, tu mirada se enciende,
me atraviesa y me prende
y recibo un mar de besos ardientes
como el agua que baña los campos.
Esta tarde es nuestra casa,
maderas claras, lluvia y primavera,
y nos la bebemos despacio,
entre risas nerviosas y el calor de tus abrazos.
No necesitamos ya nada más,
solamente somos miles de recuerdos
y esta tarde, inmóvil,
que se adormece en mi hombro
como una dulce amante
tras un solitario viaje de infinitos años.

Mayo

Se acaba este mes de mayo tan extraño,
quisiera que no terminara nunca.
Entre fríos de invierno y lluvias caprichosas,
hemos recuperado el ritmo de la palabra,
serpenteante y libre, alegre y tierna,
saboreando hasta cualquier silencio
que quedara flotando entre nuestros labios,
como una pompa de jabón,
que sabíamos efímera y breve,
pero ¡tan hermosa!
Todo es hermoso en realidad ahora,
bañado como está todo de nuestros recuerdos
y de esta realidad nacida de repente,
a borbotones, rompiendo cualquier norma,
apropiándose de todo cuanto era cierto
para convertirlo en un laberinto de deseos.
No tenemos el control de nada,
y tampoco lo queremos.
Somos como un corcho en el torrente,
una pluma en medio de un tornado,
una palabra ardiente y unas manos apretando.
¡Qué importa ya nada! 
Hasta aquí nos han traído nuestras viejas promesas,
aquellos veranos de arenas y campos,
los paseos hasta el borde del océano
y aquella mirada que lo comprendía todo.
Y los poemas, la ternura, la inocencia y mis miedos.
Y aquí estamos de nuevo,
sin remedio.
Volvemos a ser como entonces,
y nada puede ya deshacer lo que tenemos.
Se nos muere mayo entre las manos,
¡que no se me olvide jamás este mayo eterno!

Uno más uno

Caprichoso destino el nuestro.
Esta vida nuestra, de azar y espera.
¡Cómo han ido cayendo los años
delante de nuestros ojos!
Uno tras otro, torpemente.
Se diría que ha pasado una vida entera,
una eternidad de olvidos, de miradas al frente.
Porque tanto dolor tenía que morir adentro,
enterrándolo, para no escuchar su llanto.
Sin saberlo, recorrimos los mismos caminos,
vaciamos las mismas maletas,
a mil kilómetros de distancia, sin saberlo.
Y sin quererlo, cometimos ambos el mismo crimen
y enterramos con las manos todos los sueños.
Nos aferramos a unas vidas inventadas,
donde todo tenía la lógica de lo absurdo.
Ni a soñar nos atrevimos, temerosos del reflejo,
asustados como niños pequeños.
Y ahora, de repente,
con los comienzos de este mayo querido,
la casualidad nos ha reunido de nuevo.
Y al verte, te he reconocido.
En la risa, en el revoloteo de las manos,
en la mirada candente, en tus abrazos.
Y tu me has reconocido también, al verme,
y me has abierto las puertas de tu casa,
y hemos encendido la hoguera 
para calentarnos los huesos
juntos, como era nuestra costumbre.

En el coche

Llovía, como siempre
con esa constancia cansina,
sabiendo que el cielo entero es de agua
y las calles, diminutas,
dejaban correr riachuelos nerviosos hacia el mar.
En silencio, subíamos del mar hacia tu casa,
despidiéndonos de esa tarde, breve y hermosa,
como una promesa secreta.
Empecé a cantar y me mirabas,
dulce y tranquila,
el alma enamorada asomando en tu mirada.
Había algo íntimo en ese deslizarnos en la noche,
furtivos y heridos, dejándolo todo atrás,
un océano de deseos secretos.
Tu rezabas en silencio para que no terminara ese viaje
o para que lo prolongáramos hacia otros paisajes inmensos
que cubrieran la tierra hasta donde alcanzara nuestra mirada.
Y de pronto se paró todo,
el ruido constante y mecánico, el gemir de los charcos,
el rumor del viento y mi canto.
Cayó la venda de nuestros ojos
y fuimos dos seres diminutos e indefensos,
abrazándonos, locos náufragos sin asidero.
El tiempo, parado hacía casi un segundo,
volvió terco para imponer su tiranía.
Y saliste a la lluvia y a la noche,
pequeña mariposa herida,
llorando más que mil tormentas,
hasta perderte en la oscuridad.
Se nos murió la tarde entre los brazos,
tierna historia de todo lo inacabado.

Rocío

Ha llegado el rocío a los campos secos y asolados.
Se diría que esta primavera, lluviosa y fría,
ha querido dejarme, por sorpresa,
el anuncio alegre de una nueva vida.

Me han venido de pronto las prisas y he olvidado 
todos los horarios, apagando relojes,
abandonados en todos los rincones.
No queda espacio ya para casi nada.

Tú conoces cada rincón de mi alma,
que has hecho tuya por convicción y por derecho,
llenándola de cantos alegres, de cientos de risas,
de todas tus palabras nuevas, 
galopando libres como ráfagas de viento.

Y me voy acostumbrando a ti,
lentamente. Y donde todo era silencio
solo se escucha ya el murmullo de tu voz.
Me sorprenden las risas, donde reinaban los lutos.
Poco a poco, serás parte de todo esto.
Serás la casa, la hora esperada, 
serás la lumbre y el calor de la lumbre.
Y me acostumbraré al roce de tus manos,
que dejarán en las mías tu aroma tibio;
y beberé tu aliento y tu encanto,
con cada beso furtivo y con cada abrazo.

La primavera, caprichosa
ha querido hacerme un regalo.
Y como las flores al alba,
recibiré sediento este rocío temprano.

Domingo

En esta absurda tarde de domingo
todo parece durar de pronto un segundo.
El beso, el abrazo, un instante fugaz.
Tu risa, que aún recuerdo como antaño,
es ya un segundo del pasado.
El paseo junto al mar,
con las aves en silencio
y el aire congelado en las nubes,
blancas, como un brochazo sobre las colinas,
también me parece ahora un segundo tan solo.
Solamente tu dolor, amor mío,
resulta ahora eterno,
y las lágrimas que saltaban sobre tus mejillas
como si no fueran a desaparecer nunca.
Y mi soledad, también es eterna ahora.
Va recobrando todos sus reinos, 
irguiéndose vencedora
en una lucha desigual e injusta.
Como eterna me parece también esta distancia
que nos convierte en sombras, lejanos recuerdos
de una era gloriosa.
Ahora somos la nada absoluta, fría y estéril.
El eco sin vida, una simple añoranza.
Y sin embargo, no quiero renunciar a nada, ¡aún no!
¿Cómo podría ahora vivir de nuevo sin tu risa?
No, ya no puedo. Mis fuerzas,
las que aún resisten, me empujan todavía a ti.
Pero no sé contra qué lucho,
me has dejado sin meta ni enemigo.
Siento que debo salvarte, amor mío,
y en ello empeñaré mi vida.
Siento frío, de repente,
no escucho más que gemidos,
y la noche avanza, hambrienta,
dispuesta a comerse mi alma.
¿Quién puede resistir tanta hambre?
Espera, espera, no te vayas
aguarda, amor, amada, compañera.
no podría ya vivir de otra manera.

miércoles, 1 de junio de 2016

Mi vida sin ti

Me pregunto a menudo cómo habría sido mi vida a tu lado.
De dónde nos habrían llegado las risas,
o hacia qué rincones nos hubieran llevado los enfados.
¿Serías tan feliz como en estos instantes?
¿Habría aún un rincón oculto que descubrir?
Quiero creer que sí, y mucho más.
Tal vez tendríamos un mundo que escribir,
caminos secretos convertidos en cotidianos,
conciertos de música en penumbra,
junto al mar, que tanto añorabas.
Y juegos, siempre juegos,
decorando las paredes y cubriendo el tiempo,
sin necesidad de disimular nada,
sin vergüenza y sin memoria.
Conocería cada pliegue de tus manos
y el sonido de tu respiración
sería el compás de mis pasos.
Te imagino riéndote, saltando en los charcos,
corriendo contra el viento,
espantando nubes en verano.
Me pregunto a menudo cómo habría sido mi vida a tu lado,
y solo sé cómo ha sido cuando no has estado.

Descansa

Descansa, apoya tu cabeza
en la almohada y sueña.
Ha llegado el tiempo de las confidencias
y de los silencios. Tan callando.
Recorremos con la mirada
cada estante, cada rincón.
Toda fotografía y todo espacio.
Quitando el polvo y las telarañas
de las esquinas oscuras 
de todas las habitaciones.
Pero no te inquietes, descansa.
Deja que la brisa entre en tu casa.
La luz de la tarde, la música
invadirán cada estancia,
nuevas invitadas
a esta fiesta secreta e inesperada.
Y si algún día te llegaras 
a sentir cansada, 
¡descansa!, deja en mis hombros
toda pena, toda duda, toda carga.
Yo velaré tus sueños,
seré el guardián de tu cama.
Recogeré del suelo el fardo
y llevaré conmigo a cuestas
el sufrimiento de ambos.


El encuentro

Todo era blanco y distante,
todo era de agua en aquella mañana
de lluvia obstinada.
El tiempo, siempre él, insolente,
aferrado a mi cuello mientras te esperaba.
Y el miedo también,
todos los miedos del mundo,
en una botella de agua.
Y por fin apareciste tú,
con tu sonrisa perfecta
desplegada como una bandera blanca.
Y ya no supe hacer nada.
Me acogiste en tus brazos
y ahí perdí la vergüenza.
¿Murmurabas mi nombre?
No lo recuerdo, juraría que alguien lloraba. 
Y entonces ya no hubo nadie más,
solo la luz de tu mirada
abriéndose paso entre las sombras.
En ese mismo instante, sin remedio,
te convertiste en la dueña de mi alma.