lunes, 16 de enero de 2017

Un dios menor

Quisiera poder quedarme con cada una de sus palabras,
atesorarlas en secreto, como un pequeño huraño,
y poder recitarlas en silencio, cada noche,
como las oraciones de mi infancia.
A veces, ella me sorprende con sus recuerdos,
nítidos como un espejo de agua,
limpios y puros como tu primer beso.
Entonces me siento pequeño y torpe,
como un amante inadecuado y pobre.
Y desearía poder compensarla de todos mis errores,
hacerme merecedor de sus sueños.
Un príncipe erguido frente al horizonte,
abarcándolo todo, 
como un patriarca o como un dios menor.
Su dios o, al menos, su última esperanza.

domingo, 15 de enero de 2017

De repente

De repente, al breve sonido de un compás,
saltando alegre como agua entre las rocas,
todo el silencio de la soledad de este mundo
se quiebra como una falsa realidad.
Y el abandono no es sino un sueño efímero,
y la soledad, un vacío quebrado, colmado de caricias.
Tu despedida, un regreso íntimo; 
y las lágrimas, como tus besos, dulce rocío.

martes, 3 de enero de 2017

Que se vayan los versos

Quisiera dejar escapar estos versos
y que corran como agua entre mis dedos.
No deseo hacerlos míos, ya no.
No tengo fuerza para seguir así,
buscando una palabra amiga, 
una caricia y un poco de consuelo.
He llorado todas las lágrimas que podría llorar
y he tiritado de frío 
mientras se perdía 
el recuerdo de tu mirada en la inmensa noche,
en el vacío del silencio. En la nada.
Quisiera que mis lamentos se murieran de repente,
sin dejar rastro en el papel blanco.
Que la música se callara, de pronto,
y dejara de cavar su rastro amargo en mi alma.
Quisiera olvidarme de ti.
No recordar jamás tu nombre,
ni la belleza de tu mirada tranquila.
Quisiera no tener que llamarte,
cada noche, desde mi distante agonía.
Ni esperarte cada día, 
en cada esquina, en cada ruido,
en cada paso tras mis pasos, 
en cada sonrisa tras mi llanto.
Quisiera prometerte que te he olvidado.
Que he borrado tu nombre de mi vida
y que todo es ya un manto de luz
que me venda los ojos y me ciega el alma.
Quisiera prometerme que seré feliz
en el olvido, en la ciénaga y en la soledad de mi casa.
Y quizá así lograra engañarte, 
con un poco de suerte.
Dejaré pues que estos tercos versos  
se pierdan en el silencio de esta tarde, 
sin dueño, sin que nada los retenga ya a mi lado.
Cerraré los ojos. Un segundo.
Tal vez consiga pensar que no has existido.
Que tu belleza fue una ilusión efímera
de mi mente enferma.
Que tus caricias eran solo susurros del viento.
Y el aire, roca, y la luz, lamento.