domingo, 2 de julio de 2017

La despedida

Ha llegado ya la hora odiada.
Tendré que ir cerrando las ventanas 
y apagaré el fuego que aún calentaba mis huesos
y, con un resplandor de inocencia, agrietaba el cielo
con sus últimos y dorados destellos.
El tiempo y tú habéis enterrado los sueños.
En silencio con la noche, y sin remedio.
El tiempo y tú habéis caído hambrientos
sobre todo cuanto guardaba como mío,
hasta dejarlo convertido en un cementerio.
Cada recuerdo, una lápida. 
Cada paisaje…, un desierto.
De tus manos han huido las mariposas 
que cosquilleaban febriles en mis manos.
Danzarinas nerviosas y libres como pájaros silvestres.
Tus ojos no buscan ya ninguna luz 
que prenda la llama de mis ojos.
Tus palabras son flechas certeras
que buscan furiosas el centro de mis palabras. 
El sueño de una huida, el refugio cómplice del mundo,
la voracidad alegre de nuestro pasado, 
la tarde inmensa que llegaba hasta la playa
y el tiempo ilimitado de mi palabra y tu palabra…,
todo es ya tierra sobre la tierra,
sombra gris sobre las sombras.
Pozos de penumbra, olvido y lutos.
El mundo que habito es de silencio frío, 
y frío es el aliento sobre el mármol frío.
Y no creas que no lo comprendo todo. 
Pues todo cuanto ya no hay, comprendo.
Me hubiera bastado el recuerdo compartido,
el tiempo congelado en tu retina y en mi retina,
y todo habría tenido sentido.
Sería bastante para mi. Un equipaje ligero
con el que recorrer el camino contento.
Pero te has marchado, de cada rincón,
de todas las palabras, del último recuerdo.
Y me has dejado mis pasos sin eco,
pisadas ajenas sobre el lodo y el polvo.
Un viaje sin alforja, un camino sin secretos.
Los restos de un naufragio comidos por el tiempo.
Cerraré ahora con tu llave 
la puerta que el tiempo y tú habéis sellado.
Caerá entonces toda la luz que crecía, 
como ardientes brasas del alma,
y se perderá como la niebla sobre el río,
hasta ser solo recuerdo, primero, 
y más tarde, al fin, olvido.
Adiós, mi amor, adiós.
Quisiera decirte que ya no te quiero.

Es posible

Es posible que ya no te vuelva a ver.
Nuestros caminos, tan cercanos en el alma,
nunca terminan de encontrarse al azar.
Caminarás, sin embargo, a mi lado
como camina la sombra en verano.
Y susurrarás tus sabias palabras
como susurra el viento entre las ramas
en invierno.
Me gusta imaginar cómo sería nuestro encuentro,
por casualidad, en medio de la gente,
anónima y apresurada, una tarde,
en otoño.
Desearía entonces verte sonreírme, 
sin duda alguna.
Orgullosa y fuerte.
Pero desearía imaginar que descubro
una sombra en la perfección de tu mirada,
un suspiro reprimido, un quejido secreto,
un pequeño dolor reprimido
que me confiese al oído
que todo cuanto fue entre nosotros y el cielo
pervive en tu corazón, 
vivo, a salvo y secreto.

martes, 16 de mayo de 2017

Pasa el tiempo

Pasa el tiempo, casi sin querer, corriendo.
Han caído las hojas de los árboles
y ya ha llegado el invierno.
Los frutos se vuelven morados
y curvan las ramas más tiernas.
De repente es el tiempo del verano.
Me han salido algunas canas
y me duelen algo más mis huesos,
pero aún tengo un resto de esperanza.
Es el olor de tus manos, un recuerdo.
Es la luz del alba tras las montañas,
el rumor del viento, es el silencio.
Puede que la rueda gire de nuevo.
Te imagino golpeando mi puerta
una noche, mientras me duermo.

lunes, 13 de febrero de 2017

Invierno

Ha sido una larga tarde triste,
de grises calles de agua,
brillantes y solitarias,
y a la deriva, como un barco de velas blancas.
De gente fugaz, como gotas diminutas,
diminutas y frías. Sin sombra.
Caminantes en este invierno frío,
hojas voladas al sur.
Me asemejo a un viajero que ha alcanzado el horizonte.
Y solo tengo cuanto ha quedado atrás,
tan lejos como la infancia,
tan efímero como la juventud.
Pasa la vida a mi lado,
y observo cada gesto, fugaz vuelo de cometa,
viajero de un tren sin paradas.
Desfila rauda la vida, ajena a mí.
Paraíso extraño al que no estoy invitado.
Te quiero imaginar, durante un instante, alegre,
apenas inconsciente.
Ocupando tu espacio en el universo,
segura y precisa, como los segundos.
Eres el aire que se eleva huidizo,
el eco de un susurro, 
el deseo de un grito.
Un paso sigue a otro paso,
dolorosamente cansados,
sin ruido. 
Se van perdiendo las calles
en brillos de agua,
incómodas e inhóspitas
como lápidas blancas.
Todo se ha vuelto blanco,
como un pasillo de hospital.
Blanco y frío. 
Es invierno.

viernes, 3 de febrero de 2017

Imposible

Algunas veces, dentro del silencio que todo lo envuelve,
encuentro un instante de paz, en el silencio.
Y mi espacio es entonces único y secreto,
redondo y concéntrico. 
Aspiro a un imposible.
Desearía poder contentarme con contener
en un instante la felicidad de mi universo,
y regar entonces mi alma
y verla florecer, al sol, en paz. Para siempre. 
En un segundo. 
Y que el tiempo fuera entonces un punto de luz.
Inamovible.
Quisiera encontrar el equilibrio y no tener miedo al vacío.
Quisiera volver atrás, y poder mirarte como te miraba
y sentirte como no te siento ahora, 
de nuevo, de pronto.
Y que cerraras los ojos y me miraras, desde dentro.
Quisiera que te acostaras frente al mar, 
respirándome.
Quisiera hacer de todo una eternidad, 
y vivirla contigo.
Quisiera temblar a tu lado, cada tarde, 
tarde,
cuando me duelan los ojos y se me adormezca el alma,
y refugiarme en ti, como un barco en busca de abrigo.
Aspiro a un imposible.

lunes, 16 de enero de 2017

Un dios menor

Quisiera poder quedarme con cada una de sus palabras,
atesorarlas en secreto, como un pequeño huraño,
y poder recitarlas en silencio, cada noche,
como las oraciones de mi infancia.
A veces, ella me sorprende con sus recuerdos,
nítidos como un espejo de agua,
limpios y puros como tu primer beso.
Entonces me siento pequeño y torpe,
como un amante inadecuado y pobre.
Y desearía poder compensarla de todos mis errores,
hacerme merecedor de sus sueños.
Un príncipe erguido frente al horizonte,
abarcándolo todo, 
como un patriarca o como un dios menor.
Su dios o, al menos, su última esperanza.

domingo, 15 de enero de 2017

De repente

De repente, al breve sonido de un compás,
saltando alegre como agua entre las rocas,
todo el silencio de la soledad de este mundo
se quiebra como una falsa realidad.
Y el abandono no es sino un sueño efímero,
y la soledad, un vacío quebrado, colmado de caricias.
Tu despedida, un regreso íntimo; 
y las lágrimas, como tus besos, dulce rocío.